Critica de un clásico: El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde
Nada más concreto y esencial en la existencia del hombre que la dualidad que lo anima, que lo hace ser. Esta contradicción -la misma que agobió en sus primeros pasos a Adán y a Eva- es la que azota de manera inmisericorde la controvertida existencia del Dr. Jekyll y de su sombra, el oscuro Mr. Hyde. En su corazón anidan simultáneamente vicios y virtudes, y es por eso que se mueve permanentemente entre el fango y la iluminación, entre el ego descomunal y la conciencia rectificadora. Como el mismo San Pablo que exclamaba, presa de sus propias contradicciones, “y termino haciendo el mal cuando quiero hacer el bien”.
Pero Stevenson hace más que mostrar la dualidad: se regodea como animal satisfecho y sueña con ser Dios permitiendo la mutua expresión de esas oposiciones en sus protagonistas. El bien y el mal observándose y siendo en un tiempo el mismo y el contrario, todo aquello que ambos personajes quieren ser y, al mismo tiempo, repudian. La maldad y la bondad conviven y perduran aún cuando la apariencia cambie. Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, ¿cuál es real y cuál es fantástico? He aquí el conflicto para el que no ofrece resolución. No existe el uno sin el otro.