Siempre tememos algo que no comprendemos, es la gran debilidad del ser humano.
Es lo que nos hace sentir, vivir, correr, luchar por lo que creemos que es justo…
¿Pero qué es justo?
La muerte es algo natural a lo que ya deberíamos estar acostumbrados pero…
¿Por qué maldecimos al que le otorga la gran ventaja de toda una vida?
Es algo irónico ¿no? Se puede decir que es el gran “enemigo” que está con nosotros desde que nacemos, que sabemos que está ahí, que jamás nos atacará de espalda, que es un luchador que jamás se rinde, es el que nos hace luchar por vivir, el que nos regala lo más grande que nadie te puede dar, la experiencia de vivir. De aprender que no somos inmortales, que cada uno tiene un camino largo o corto, pero que él estará al final para darnos un dulce pero amargo beso, con el cual cerramos el más largo de los tratos y la espada del destino cortará nuestras cabezas. Pero, como seres irracionales, maldeciremos al que ya sabemos que le pertenecemos.
Se dice que el hombre tiene una misión en este mundo, y muchas veces queremos ser más listo que aquel que está con nosotros desde los inicios de la era. Todo tiene un principio, pero jamás queremos que acabe. Pero hay algo bueno en la muerte, que nunca queremos ver como idiotas, no nos damos cuenta que ella no nos arranca nada, sólo lo inmortaliza, ya que nos hace recordar a ese ser que en vida nunca le dimos la importancia que realmente tenía. Y díme quién es el idiota..., ella o nosotros? que tiene que recordarnos día a día que somos vulnerable, que en cualquier momento te llevará a su lado. Hoy en día, muchos nos creemos ser como la parca e intentamos ser como ella, pero no somos más que una horrible imitación barata y sin sentido, ya que nos dejamos llevar por unos impulsos que nada tienen que ver con la grandeza y magnificencia de ellas, las 3 hermanas que tejen el telar del destino y saben cuando ha de terminar. Y lo que será ha de ser... Es inevitable.